domingo, 28 de agosto de 2011

Joanna de Angelis
Biografía
Un espíritu que irradia ternura y sabiduría, despertándonos para la vivencia del amor en su más elevada expresión, incluso que, para vivirlo, nos sea impuesta una gran suma de sacrificios. Se trata del Espíritu que se hace conocido por el nombre de JOANNA DE ÂNGELIS, y que en los caminos de los siglos, vamos a encontrarla en la mansa figura de JUANA DE CUSA, en una discípula de Francisco de Asís, en la grandiosa SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ y en la valiente JOANA ANGÉLICA DE JESÚS.
Conozca ahora cada uno de estos personajes que marcaron la historia con su ejemplo de humildad y heroísmo.
 JOANA DE CUSA
Juana de Cusa, según informaciones de Humberto de Campos, en el libro “Buena Nueva”, era alguien que poseía verdadera fe. Narra el autor que: “Entre la multitud que invariablemente acompañaba a JESÚS en las predicaciones del lago, se encontraba siempre una mujer de rara dedicación y noble carácter, de las más altamente colocadas en la sociedad de Cafarnaum. Se trataba de Juana, consorte de Cusa, intendente de Antipas, en la ciudad donde se trataban intereses vitales de comerciantes y de pescadores”.
Su esposo, alto funcionario de Herodes, no compartía las enseñanzas de espiritualidad, no tolerando la doctrina de aquel Maestro que Juana seguía con purificado amor. Afligida por el peso de las obligaciones domésticas, angustiada por la incomprensión e intolerancia del esposo, buscó oír la palabra de confort de JESÚS que, en vez de invitarla a engrosar las filas de los que Lo seguían por las calles y caminos de Galilea, le aconsejó a Seguirlo a distancia, Sirviéndolo dentro del propio hogar, volviéndose un verdadero ejemplo de persona cristiana, en el cuidado al prójimo más próximo: su esposo, a quien debería servir con amorosa dedicación, siendo fiel a Dios, amando al compañero del mundo como si fuera su hijo. JESÚS le trazó una ruta de conducta que le facilitó vivir con resignación el resto de su vida. Más tarde, se convirtió en madre.
Con el paso del tiempo, las atribulaciones se fueron agrandando. El esposo, después de una vida tumultuosa y desdichada, dejando a Juana sin recursos y con el hijo para criarlo. Valiente, buscó trabajo. Olvidando “el confort de la nobleza material, se dedico a los hijos de otras madres, se ocupó con los más subalternos quehaceres domésticos, para que su hijito tuviese pan”. Trabajó hasta la vejez. Ya anciana, con los cabellos blanquecinos, fue llevada al circo de los martirios, junto con el hijo joven, para testimoniar el amor por JESÚS, el Maestro que había iluminado su vida invitándola con esperanzas de un mañana feliz.
Narra Humberto de Campos, en el libro citado:
“Ante el vocerío del pueblo, fueron ordenadas las primeras flagelaciones.
- ¡Abjura!... – exclama un ejecutor de las órdenes imperiales, de mirada cruel y sombría.
La antigua discípula del Señor contempla el cielo, sin una palabra de negación o de queja. Entonces el látigo vibra sobre el muchacho semidesnudo, que exclama entre lágrimas: - “¡Repudia a JESÚS, mamá!... ¡¿No ves que nos perdemos?! ¡Abjura!... ¡por mí, que soy tú hijo!...”
Por primera vez, de los ojos de la mártir corre la fuente abundante de las lágrimas. Los ruegos del hijo son espadas de angustia que le rasgan el corazón. Después de recordar su existencia entera, responde:
“ – ¡Cállate, hijo mío! JESÚS era puro y no desdeñó el sacrificio. ¡Sepamos sufrir en la hora dolorosa, porque, por encima de todas las felicidades transitorias del mundo, es preciso ser fiel a DIOS!”
Enseguida, las lenguas de fuego consumen su cuerpo envejecido, liberándola hacia la compañía de su Maestro, a quien tan bien supo servir y con quien aprendió a sublimar el amor.

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