jueves, 24 de octubre de 2013

La caridad en acción



“Si tenemos un modelo de caridad a ser seguido por la humanidad es sin duda el de Jesús, que fue el iniciador de la moral pura y sublime, la moral evangélico-cristiana que debe renovar al mundo, aproximar a los humanos de la caridad y el amor al prójimo, y crear entre los hombres una solidaridad común.” El Evangelio según el Espiritismo.

“Servimos para merecer, merecemos para servir cada vez más”. 
Bezerra de Meneses.


por Wellington Bossi, revista Visión Espírita nº 4



En el contexto social en el que nos encontramos actualmente, hemos perdido o nos hemos olvidado de los principios cristianos. No sería extraño si nos preguntásemos por el concepto de caridad y no lo supiéramos definir. Podría venirnos a la mente la tradicional limosna que damos a mendigos de la calle. ¿Pero, sería del todo correcto afirmar que somos buenos cristianos sólo por eso? 
Un día, Dios, en su caridad inagotable, permitió al hombre ver que la verdad disipaba las tinieblas. Ese día fue el advenimiento de Cristo, el cual dejó en sus enseñanzas los mejores y más bellos ejemplos de amor. Existen tantas maneras de practicar ese amor que es difícil afirmar si somos de verdad practicantes de la caridad. Podríamos dividir la caridad en dos grupos principales: la material y la espiritual. La material puede ser, por ejemplo, poner las manos en el bolsillo y sacar algo de dinero y dárselo al prójimo más necesitado. Algo sencillo y bastante usual en nuestra sociedad. En cambio, resulta más difícil practicar la caridad moral, que en muchas ocasiones puede conllevar aproximarnos a aquél que necesita no solamente pan, sino también una palabra de consuelo. Si nos paramos a pensar, a veces nos cuesta mucho ofrecer una mirada de esa naturaleza bondadosa. Ni siquiera es necesario implicarse en la situación ajena, sino sencillamente tratar a todas las personas como hermanos y hermanas, haciendo un esfuerzo por comprender la situación de los demás. Podemos empezar a ser más generosos en nuestro hogar, pacientes y amables con quienes nos aman, y en seguida podemos esforzarnos en amar a quien aún no ha aprendido el significado del amor puro de Jesús. 
En la vida cotidiana damos una moneda cuando es necesario, pero no nos damos cuenta muchas veces de que lo que hace falta es una palabra amiga, una sonrisa o incluso un abrazo fraterno. Nos preocupamos mucho más de lo que van a pensar de nosotros, que del bienestar de nuestros semejantes. 
“¡Caridad! Palabra sublime que resume todas las virtudes, tú debes conducir a los pueblos a la felicidad; practicándose, se crearán para sí mismos alegrías infinitas para el porvenir y, durante su exilio en la Tierra, tú serás su consuelo, el principio de los goces de los que disfrutarán más tarde cuando se abracen todos juntos en el seno del Dios de amor. Fuiste tú, virtud divina, la que me proporcionaste los únicos momentos de felicidad que disfruté sobre la Tierra.”
La caridad es la virtud fundamental que debe sostener todo el edificio de las virtudes terrestres; sin ellas, las otras no existen. Sin la caridad no existe la esperanza en un futuro mejor, ni interés moral que nos guíe; sin caridad no hay fe, porque la fe sólo es un rayo puro que hace brillar a un alma caritativa. La caridad es el ancla eterna de salvación en todos los globos: es la más pura emanación del mismo Creador; es su propia virtud que él da a la criatura.


"Estaba furioso de no tener zapatos; entonces encontré un hombre que no tenía pies, y me sentí contento de mí mismo"



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