miércoles, 4 de diciembre de 2013

CIENCIA Y ESPIRITISMO


El Espíritu y la locura


Wellington Bossi y Jonathan Levy, revista Visión Espírita nº 8






El Espiritismo nos dice que cualquier gran preocupación intelectual puede acarrear la locura.

La observación de que algunos trastornos mentales, como la esquizofrenia y la psicosis maníacodepresiva, mostraban una carga familiar, procede de siglos atrás. La investigación genética empezó a interesarse por los trastornos psiquiátricos en la segunda mitad del siglo XX, a partir de diversos estudios epidemiológicos que mostraban la influencia que la herencia tenía en el desarrollo de los trastornos mentales. Uno de los estudios pioneros en la demostración del componente hereditario en los trastornos psiquiátricos fue el realizado por el grupo de Kety, en la década de los sesenta, sobre un grupo de esquízofrénicos adoptados que mostraban una mayor incidencia de la enfermedad en los familiares biológicos de estos enfermos. Posteriormente se han realizado numerosos estudios de epidemiología genética (estudios en familias, gemelos y adoptados) en distintos trastornos mentales, que han confirmado y han permitido cuantificar la contribución genética en la causa de los mismos.
A partir de estos hallazgos, se empezó a aplicar en psiquiatría la tecnología de la genética molecular, en un intento de identificar los genes causantes de las mismas. 
La atención se centró inicialmente en patologías con una clara agregación familiar, como la esquizofrenia y el trastorno bipolar, que han sido objeto de un mayor número de estudios. Posteriormente se han incorporado como objetivo de la investigación genética otras entidades en las que se ha ido evidenciando un componente familiar, como el alcoholismo, las demencias (en particular la enfermedad de Alzheimer), el trastorno obsesivo-compulsivo, el trastorno del control de impulsos, el retraso mental, los trastornos alimentarios, y también la exploración de determinados rasgos, conductas, capacidades psicológicas y sus variaciones, incluyendo cuestiones tan complejas como la inteligencia o los rasgos de personalidad. 
En los últimos años se ha producido un importante desarrollo de la investigación genética de los trastornos mentales y se ha reconocido un componente hereditario en muchos de ellos. Sin embargo, la naturaleza compleja de estas patologías y otros factores de orden metodológico han contribuido a que los resultados hasta ahora obtenidos no sean proporcionales al esfuerzo realizado. Los hallazgos han puesto en evidencia la complejidad genética de estos trastornos, que no se ajustan a un modelo de herencia mendeliano. 

A vista de los conocimientos actuales, parece que las enfermedades psiquiátricas seguirían un modelo de herencia poligénico (múltiples genes) y multifactorial (producidas por múltiples factores, tanto genéticos como ambientales), en el que podrían ser muchos los genes implicados en la etiopatogenia. La ciencia opina que los factores ambientales tendrían según este modelo un papel destacado, y sería la interacción compleja entre los factores genéticos y ambientales la que explicaría el desarrollo de estos trastornos, si bien las técnicas disponibles en la actualidad no permiten por el momento esclarecer la naturaleza de dichas interacciones. 
El Espiritismo nos dice que cualquier gran preocupación intelectual puede acarrear la locura. 
Ciencias, artes, y hasta la religión, aportan a ella sus contingentes. La locura tiene por causa primera una predisposición orgánica del cerebro, que lo hace más o menos susceptible a ciertas impresiones. Existiendo una predisposición a la demencia, ésta tomará el aspecto de la preocupación principal del individuo, que se convierte entonces en una idea fija. Tal idea fija podrá ser la de los Espíritus, en quien se ha ocupado de ello, como puede ser asímismo la de Dios, los ángeles, el diablo, la fortuna, el poder, un arte, una ciencia, la maternidad o un sistema político o social. Es probable que el demente religioso se transforme en un demente espírita, si su preocupación dominante ha sido el Espiritismo, así como el demente espírita lo hubiera sido por otro motivo, según las circunstancias. 
Entre las causas más numerosas de la sobreexcitación cerebral hay que incluir las desilusiones y desgracias, así como los afectos contrariados, que son al mismo tiempo las causas más frecuentes de suicidio. Ahora bien, el verdadero espírita contempla las cosas del mundo desde un punto de vista tan elevado, ellas se le muestran tan pequeñas y mezquinas en comparación con el porvenir que le aguarda, la vida es para él tan corta y efímera que las tribulaciones no son, a sus ojos, sino los incidentes desagradables de un viaje. Aquello que en otra persona produciría una emoción violenta, a él le afecta medianamente. Sabe, además, que los pesares de la vida son pruebas que concurren a su adelanto si las sufre sin murmurar, por cuanto se le recompensará según sea el valor con que las soportó. Así pues, sus convicciones le dan una resignación que le preserva de la desesperación y, por consiguiente, de una de las causas más comunes de locura y suicidio. Conoce también, por la prueba que el ofrecen las comunicaciones con los Espíritus, la suerte que toca a aquellos que abrevian voluntariamente su vida, y el cuadro que se le presenta es adecuado para moverlo a reflexión. De ahí que sea considerable el número de personas que han sido detenidas en esa pendiente funesta. Es ese uno de los resultados del Espiritismo. 
En la locura: ¿cuál es la situación del Espíritu? Pues, en estado de libertad, el Espíritu recibe directamente sus impresiones y ejerce asimismo de manera directa su acción sobre la materia, pero, si se encuentra encarnado, se halla en condiciones del todo diferentes y en la necesidad de hacerlo sólo con ayuda de órganos especiales. Si una parte o el conjunto de tales órganos se ha alterado, su acción o sus impresiones, en lo que a dichos órganos concierne, se ven interrumpidas. Si pierde los ojos se vuelve ciego. Si se trata del oído, se torna sordo, etcétera. Ahora, figúrate que el órgano que preside los efectos de la inteligencia y de la voluntad sea parcial o enteramente afectado o modificado, y te será fácil comprender que, no teniendo ya el Espíritu a su servicio sino órganos incompletos o desnaturalizados, de ello debe resultar una perturbación de la que el Espíritu para consigo mismo y en su fuero interno– tiene perfecta conciencia, pero cuyo curso no es dueño de detener. 
Entonces ¿es siempre el cuerpo y no el Espíritu el que está desorganizado? En efecto, pero no hay que perder de vista que, así como el Espíritu obra sobre la materia, ésta reacciona sobre él en cierta medida, y el Espíritu puede encontrarse momentáneamente impresionado por la alteración de los órganos por los cuales manifiesta y recibe sus impresiones. Puede suceder que a la larga, cuando la locura haya durado mucho tiempo, la repetición de los mismos actos termine por ejercer sobre el Espíritu una influencia de la que no es liberado sino después de haberse separado por completo de toda impresión material. 
¿Cómo puede la alteración del cerebro reaccionar sobre el Espíritu después de la muerte? Es un recuerdo. Un peso oprime al Espíritu, y como no ha tenido conocimiento de cuando ha ocurrido durante su demencia, siempre necesita cierto tiempo para volver a ponerse al corriente de la situación. De ahí que, cuanto más haya durado su locura en vida, más durará su molestia, el constreñimiento después de la muerte. El Espíritu desprendido del cuerpo sigue sintiendo durante algún tiempo la impresión de sus ligaduras. 
El Espiritismo afirma que el noventa por ciento de los casos de locura, exceptuando aquellos que se originan por la infección, degeneración o malformación, es producto de las consecuencias de las faltas graves que practicamos, con la impaciencia o con la tristeza, es decir, mediante actitudes mentales que imprimen deplorables reflejos a los que las acogen y alimentan. Una vez instaladas esas fuerzas desequilibrantes en el interior, se inicia la desintegración de la armonía mental. Ésta a veces perdura, no solo en una existencia, sino en varias, hasta que la persona se disponga, con fidelidad, a valerse de las bendiciones divinas que le adornan, para restablecer la tranquilidad y la capacidad de renovación que le son inherentes, en un bendito servicio evolutivo. 
Es imposible pretender la cura de los locos mediante procesos exclusivamente objetivos. Es indispensable penetrar el alma y la médula de la personalidad, mejorar los efectos ayudando a las causas; por consiguiente, no restauraremos cuerpos enfermos sin los recursos del Médico Divino de las almas, que es Jesucristo. Los médicos harán siempre mucho, intentando rectificar la disfunción de las células; no obstante, es necesario intervenir en los orígenes de las perturbaciones.
Al decir esto, no subestimamos el trabajo de los psiquiatras y psicólogos abnegados, que invierten su existencia en la dedicación a los semejantes, ni decimos que todos los enfermos, sin excepción, no puedan recibir la ayuda de los tratamientos médicos, tan necesarios en muchas personas, como una “ducha para los nervios sucios”. 
Cuando tratamos a nuestros hermanos, que sufren lesiones del periespíritu, consecuencias vivas de sus actos, registrados por la justicia universal, es indispensable, para asistirlos con éxito, remontarnos al origen de las perturbaciones que les molestan; y esto se hará no mediante el psicoanálisis sino ayudándoles con la fuerza de la fraternidad y del amor, para que alcancen la imprescindible comprensión de que deben cambiar, reajustando sus propias fuerzas. 
La personalidad no es obra de la fábrica interna de las glándulas, sino producto de la química mental. 
La medicina podrá hacer mucho con fármacos, como una ayuda rápida a los conjuntos celulares, pero no sanará las lesiones del pensamiento. 
La genética, un poco hoy, un poco mañana, podrá interferir en las cámaras secretas de la vida humana, modificando la armonía de los cromosomas, en el sentido de imponer determinadas características físicas al embrión, pero no alcanzará la zona más alta de la mente, que mantendrá características propias, independiente de la forma exterior o de las convenciones establecidas. La medicina inventará mil modos de ayudar al cuerpo tocado en su equilibrio interno, por esa difícil labor, nos merecerá siempre una sincera admiración y ferviente amor, pero debemos practicar la medicina del alma, que ampare al espíritu envuelto en las sombras. 


El Espiritismo afirma que el 90% de los casos de locura, exceptuando aquellos que se originan por la infección, degeneración o malformación, es producto de las consecuencias de las faltas graves que practicamos, con la impaciencia o con la tristeza… 


Bibliografía: Libro de los Espíritus, Mundo Mayor, entre otros. 


martes, 3 de diciembre de 2013

Estudiando el Libro de los Espíritus


Mundo espírita y de los espíritus


Wellington Bossi, revista Visión Espírita nº 8


El libro de los Espíritus nos muestra en el capítulo primero, libro segundo, el origen y la naturaleza de los espíritus, mundo normal primitivo, períespíritu y los diferentes órdenes de los Espíritus. Según la definición recibida por los espíritus en la codificación del Libro de los Espíritus, la palabra Espíritu es usada para designar a las individualidades de los seres extracorpóreos y no al elemento inteligente universal. Los seres inteligentes pueblan el universo dentro y fuera del mundo material, sin embargo el ser es inmaterial porque su esencia difiere de lo que conocemos como materia. 

Los espíritus han empezado a existir desde el día de su creación, sin embargo a la pregunta de si esa existencia tiene fin, contestan que con el principio vital que dimana de la existencia, ésta es eterna. Pero tratando de la individualidad del ser, nos cuestionaríamos si pasado un cierto tiempo, más o menos prolongado, se disgregaría el elemento de que son formados y volvería a ser materia, como ocurre con los cuerpos materiales. Nos resulta difícil comprender que algo que tiene un principio determinado no tenga fin. Según la espiritualidad esto ocurre porque nuestra inteligencia todavía es limitada, lo que no justificaría el rechazo del principio de la eternidad. 

Cada espíritu es una unidad indivisible, pero cada uno de ellos puede extender su pensamiento a lugares diversos sin necesidad de dividirse. En ese sentido debemos entender el don de la ubicuidad atribuido a los espíritus; de tal manera que el cuerpo, sin cambiar de forma o lugar, puede transmitir órdenes o señales a diferentes puntos a través del espíritu. 


El mundo de los espíritus tiene vida infinita, incluso si el mundo material se cesara, el mundo espiritual seguiría su trayectoria. Es preexistente y sobrevive a todo lo material. Los espíritus se encuentran por doquier, en cualquier rincón del espacio. Sin embargo no todos los espíritus pueden ir a todas partes a voluntad. El mundo espiritual consta de regiones que están prohibidas a los espíritus menos adelantados. Démonos cuenta que existen grandes diferencias entre los espíritus. Kardec nos aclara que los espíritus se dividen en diferentes órdenes, según el grado de perfeccionamiento que han alcanzado. 

En la pregunta noventa y siete cuestiona si hay entre los espíritus un número determinado de órdenes o de perfección; y le contestan “Su número es ilimitado, porque no existe entre tales órdenes una línea fronteriza, de manera que es posible multiplicar o restringir a voluntad las divisiones. Considerando estas divisiones a grandes rasgos, se puede reducir a tres órdenes principales. Es posible ubicar en el primer orden a aquellos que han llegado a la perfección: los Espíritus puros. Los del segundo orden han alcanzado la mitad de la escala: su preocupación es el deseo del bien. Los del tercer orden se hallan aún en la zona inferior de la escala evolutiva: son los Espíritus imperfectos; se caracterizan por la ignorancia, el deseo del mal y todas las malas pasiones que retardan su desarrollo.” 
En la próxima edición de la revista nos dedicaremos a comprender las diferentes clases y ordenes de espíritus.


jueves, 28 de noviembre de 2013

Biografía de los Mentores


 Bezerra de Menezes


Wellington Bossi, revista Visión Espírita nº 7


El 29 de agosto de 1831 nació Adolfo Bezerra de Menezes Cavalcanti, en la ciudad de “Riacho do Sangue” (hoy Jaguaterama), en el Estado de Ceará, Brasil. Educado en los patrones más rígidos de la religión católica, el joven Adolfo sería conocido como el médico de los pobres. En 1851, con la muerte de su padre, se traslada a la ciudad de Río de Janeiro, donde al año siguiente entra como practicante interno en el hospital de la Santa casa da Misericordia. Para mantener sus estudios daba clases de filosofía y de matemáticas. Se doctoró en 1856 en la facultad de Medicina, con la tesis: “Diagnóstico del cáncer”. Se candidató al cuadro de miembros titulares de la Academia Imperial de Medicina, con la obra “Algunas consideraciones sobre el cáncer, relativas a su tratamiento”, entrando a formar parte de la misma el 1 de julio de 1857.
En 1858 fue nombrado “cirujano teniente”, también 
siendo redactor de los “Anuales Brasilienses de Medicina”. 

El 6 de noviembre de 1856 se casó con María Cândida de Lacerda, que muere el 24 de marzo de 1863, dejando dos hijos a cargo de Bezerra. 
En 1863 inicia su carrera política, que duraría hasta 1885, pasando por distintos cargos, incluido el de presidente del Ayuntamiento de la ciudad del Río de Janeiro, sin tener nada que le deshonrara en la vida pública. Desarrolló en el Ayuntamiento un gran trabajo a favor del municipio neutro, es decir, a favor de los humildes y de los más necesitados. Fue socio fundador de la Compañía de Ferrocarriles de Macaé y Campos, promovió el desarrollo de otras líneas y fue director de la Compañía Arquitectónica de Vila Isabel, entre otros proyectos empresariales. Acumuló numerosos homenajes por sus trabajos. Durante la campaña abolicionista, con espíritu prudente y ponderado, escribió: “La esclavitud en Brasil y las medidas que conviene sostener para extinguirla sin hacer daño a la nación”. Entre otras publicaciones fue redactor del periódico “Sentinela da Liberdade”. 
Conoció el Espiritismo en 1875, a través de El libro de los Espíritus, ofrecido personalmente por su traductor Dr. Joaquim Carlos Travassos. Y el 16 de agosto de 1886, delante de la más “alta sociedad”, declara ser espírita, ganándose el derecho a una nota pública en el periódico más importante de la época “O Pais”. 
Se dedicó a curar a los enfermos y a los pobres sin cobrarles nada. Aunque tenía un cierto nivel de vida inicialmente, no le quedada casi nada al final de la ¡misma, porque todo lo que poseía lo utilizaba para el auxilio de los enfermos que venían de todas las partes del país solicitándole ayuda. 
Cuando acabaron sus finanzas, utilizó la única cosa que le quedaba con cierto valor, el anillo de conclusión del curso de medicina, con el cual pudo salvar la vida de una niña pobre y enferma. 
El Dr. Bezerra de Menezes fue presidente de la Federación Espirita Brasileña, escribió varios libros importantes en el medio espírita, fue traductor del libro Obras póstumas, y defendió la libertad de los derechos de los espíritas en ciertos artículos del código penal brasileño. Desencarnó el 11 de abril de 1900, volviendo a ser primera página en el periódico “O Pais”, y homenajeado como “eminente brasileño”. 
Cuenta la espiritualidad, que cuando llegó Bezerra al plano espiritual, emitía una inmensa luz. Recibido por Celina, un espíritu muy evolucionado que trabaja directamente con Nuestra Señora la Madre de Jesús, le invitó a estar en el plano más elevado a lado de ella, pero Celina se sorprendió con la actitud de Bezerra: éste se puso de rodillas y le pidió que si poseía algún mérito prefería utilizarlo para permanecer en contacto con su patria natal, Brasil, en cuanto existiese en él una lágrima de dolor por consolar. Celina confirmó el pedido, se fue y regresó con la respuesta. Si estaba seguro de que era ese su mayor deseo, María le concedía 100 años para estar realizándolo. Así empezó a trabajar con varios médiums, orientando y disminuyendo el sufrimiento. 
En el año 2000, el mundo espírita aguardaba con el interrogante: y ahora que pasaron los 100 años, ¿que pasará? Y con la gracia de Dios y el permiso de Nuestra Señora, el venerable Bezerra de Menezes prosigue con su trabajo de auxilio y de caridad en los planos superiores y en la tierra. 
 
 
“Servimos para merecer y merecemos para servir cada vez más.” 
Bezerra de Menezes



domingo, 24 de noviembre de 2013

CIENCIA Y ESPIRITISMO

La glándula pineal y la espiritualidad


Por Wellington Bossi y Jonathan Levy, revista Visión Espírita nº 7




La glándula pineal funciona como un receptor sensorial que posee un papel decisivo en la telepatía y, por lo tanto, es imprescindible para el funcionamiento y desarrollo de la mediumnidad.



Consideramos muy importantes e interesantes los conocimientos del Dr. Sergio Felipe de Oliveira, médico y científico brasileño especializado en la glándula pineal, la física cuántica y otras ramas de la ciencia. 
Sus enseñanzas se fundamentan en la unión de conocimientos ancestrales de la humanidad por un lado, y la ciencia moderna por otro; combinados con el mecanismo de la racionalidad pura y simple. En las conferencias y en las cátedras que imparte por el mundo entero, con un lenguaje sencillo y accesible, nos abre las puertas a nuevas dimensiones de la conciencia. 
El Dr. Oliveira trabajó durante cuatro años en el Departamento de Física y Matemática de la Universidad de Sao Paulo, Brasil. Fue su formación espírita la que le influenció decisivamente en la búsqueda de la espiritualidad dentro del área médica, poniendo en práctica la visión espírita sobre la necesidad de trabajar conjuntamente Ciencia y espiritismo. 
La glándula pineal funciona como un receptor sensorial que posee un papel decisivo en la telepatía y, por lo tanto, es imprescindible para el funcionamiento y desarrollo de la mediumnidad. 

Hace 400 años, René Descartes mencionó que el lugar en donde el alma se une al cuerpo es la glándula pineal. Los hindúes lo mencionan desde hace miles de años. 

En los Estados Unidos el tema “Salud y Espiritualidad” surge como una reivindicación de la población, la cual disfruta de un sistema muy accesible a las políticas del gobierno. El Instituto Nacional de la Salud de los Estados Unidos prohibió las prácticas espirituales en la salud, sin embargo, los ciudadanos discreparon ante tal decisión, por considerar que era una prohibición carente de pruebas, además de no haber dado ninguna alternativa, ya que la medicina formal no cura todas las enfermedades. Gracias a la presión social, el gobierno de ese país fue obligado, jurídicamente, a atender a la población, y comenzaron a desarrollar investigaciones que posibilitaron una nueva aproximación entre la espiritualidad y la práctica médica, incorporando en esta simbiosis los criterios de la ética médica y el rigor del método científico. Actualmente, más de cincuenta universidades en los Estados Unidos tienen Salud y Espiritualidad en sus asignaturas. 
Si los colegios médicos no observan la importancia de desarrollar este tipo de investigación, continuaremos condenados a quedar en manos de personas guiadas por la superstición u otras prácticas basadas en fundamentos frágiles e incluso de dudosa reputación.

La enfermedad debe ser interpretada bajo aspectos patológicos, psicológicos y espirituales, teniendo en consideración el medio ambiente. 
La tesis de profesorado del Dr. Oliveira versó sobre la estructura de la glándula pineal humana. Ésta es la glándula más misteriosa del cuerpo humano y queda localizada exactamente en el centro del cerebro. Era llamada por los antiguos filósofos “la sede del alma” y “el controlador del pensamiento”. 
La glándula pineal es el órgano sensorial encargado de captar información sutil, por ejemplo lo que otro siente, sea ese otro un Espíritu encarnado o desencarnado. Gestiona también todos los ciclos o ritmos del organismo relacionados con el medio ambiente (los llamados ciclos circadianos, de vigilia y sueño). Un mal funcionamiento de esta glándula puede causar la desarmonía de esos ciclos. Y viceversa. Un sujeto que lleva una vida desequilibrada, provocará trastornos en su glándula pineal.
 
El Dr. Oliveira afirma que existe una sincronicidad entre algunas personas, relacionada con la telepatía, es decir, cuando uno piensa lo que el otro está pensando. Lo que también tiene que ver con afinidad de almas, ya que la sintonía por afinidad positiva lleva a una integración, y puede llevar a una repulsión si la sintonía es negativa. Si una persona entra en sintonía con otra que tiene energía negativa, la refuerza y acaba formando parte de esa psico-esfera. Pero si no entra en sintonía con la otra persona conseguirá mantener una defensa. 

Está comprobado científicamente que la glándula pineal convierte ondas electromagnéticas en estímulos neuroquímicos. Quien probó eso fueron los científicos Vollrath y Semm, que tienen artículos publicados en la revista científica Nature, de 1988. 
La parapsicología dice que estos campos electromagnéticos pueden afectar a la mente humana. El Dr. Michael Persinger, de la Laurentian University, en Canadá, hizo experimentos con un casco que emitía ondas electromagnéticas en los lóbulos temporales. Las personas sometidas a esas experiencias tuvieron “visiones” y sintieron presencias espirituales. El Dr. Persinger atribuyó esos fenómenos a la influencia de esas ondas electromagnéticas. 

La pineal forma cristales de apatita, independientemente de la edad de la persona. Estos cristales tienen que ver con el perfil de la función de la glándula. Un niño puede tener estos cristales en gran cantidad, en cuanto un adulto puede no tener nada. Percibimos, por las investigaciones, que cuando un adulto posee muchos cristales, tiene más facilidad para absorber el campo electromagnético y ésta absorción rebota de un cristal a otro; entonces presenta más facilidad para el fenómeno de incorporación. Es posible visualizar estos cristales en la tomografía y, observamos en cambio, que cuando el paciente tiene mucha facilidad para el desdoblamiento, él no presenta estos cristales. 


La glándula pineal es el órgano sensorial encargado de captar información sutil, por ejemplo lo que otro siente, sea ese otro un Espíritu encarnado o desencarnado. 


Está comprobado científicamente que la glándula pineal convierte ondas electromagnéticas en estímulos neuroquímicos. 




Más información: 
Universidad del Espíritu: www.uniespirito.com.br 
Asociación Médico-Espírita del Brasil: www.amebrasil.org.br 
Pineal Mind Instituto de Salud - Sao Paulo - Brasil 
Facultad de Medicina de la Universidad de Sao Paulo 



viernes, 22 de noviembre de 2013

Estudiando el Libro de los Espíritus


El Fluido Universal 


Por Wellington Bossi, revista Visión Espírita nº 7 



El capítulo VI del Libro de los Espíritus recoge preguntas y respuestas sobre los seres orgánicos, los seres inorgánicos, la vida y la muerte, la inteligencia y el instinto. Kardec define los seres orgánicos como aquellos que poseen en sí una fuente de actividad íntima que les da la vida. Nacen, crecen, se reproducen por sí mismos, y después mueren. Incluyen a los hombres, animales y vegetales. 



Los inorgánicos son todos aquellos que no tienen vitalidad ni movimientos propios y sólo están formados por agregación de la materia, como los minerales, el agua, el aire, etcétera. 
Tanto los seres orgánicos como los inorgánicos gozan de las mismas fuerzas que une la materia, es decir, la ley de atracción es la misma para todos. Siendo la materia oriunda del mismo principio distinguiéndose en los cuerpos orgánicos que están animalizados.

El principio vital es una derivación del fluido universal, lo que llamamos el fluido eléctrico animalizado. “El conjunto de los órganos integra una especie de mecanismo que recibe su impulso de la actividad íntima o principio vital que existe en aquéllos. El principio vital es la fuerza motriz de los cuerpos orgánicos. Al mismo tiempo que el agente vital comunica el impulso a los órganos, la acción de estos últimos mantiene y desarrolla la actividad del agente vital, más o menos de la manera que el frotamiento origina calor.” 
La muerte en los seres orgánicos es consecuencia del agotamiento de los órganos, pudiendo compararse con el cese de los movimientos de una máquina descompuesta, pues si la máquina ha sido mal construida, sus resortes se rompen, y si el cuerpo está enfermo, la vida se extingue. Con la muerte del cuerpo, la materia de los seres orgánicos se descompone y forma nuevos cuerpos, mientras el principio vital retorna a la masa.

La inteligencia es una facultad propia de algunos seres orgánicos, siendo independiente de la materia, puesto que un cuerpo puede vivir sin la inteligencia. Kardec los divide en tres: primero los seres inanimados, formados sólo de materia, sin vitalidad ni inteligencia, éstos son cuerpos inertes; segundo los seres animados no pensantes, formados de materia y dotado de vitalidad, pero desprovistos de inteligencia; y tercero los seres animados y pensantes, formados de materia, dotados de vitalidad y que poseen además el principio de inteligencia que les otorga la facultad de pensar. 

El instinto es una inteligencia rudimentaria que difiere de la inteligencia propiamente dicha, en que sus manifestaciones son casi siempre espontáneas, y las de la inteligencia constituyen el resultado de una combinación de un acto evolutivo o deliberado. Las manifestaciones del instinto varían según las especies y sus necesidades. En los seres que poseen conciencia y percepción de las influencias exteriores, el instinto se alía a la inteligencia, vale expresar la voluntad y la libertad, define Allan Kardec.



sábado, 16 de noviembre de 2013

Biografía de los mentores


Joseph Gléber


Wellington Bossi, revista Visión Espírita nº 6






En esta primera entrega de la nueva sección de Visión Espírita, Bossi nos narra con gran acierto los rasgos más significativos del mentor, científico, médico y mártir asesinado por el régimen de Hitler, en la Segunda Guerra Mundial. 






Joseph Gléber nació en la ciudad de Offenbach, Alemania, el 15 de agosto de 1904. Hijo de judíos, encontró dificultades para concluir los primeros años de estudios, debido a los enormes prejuicios y a la falta de respeto con el que era tratado, a pesar de haber nacido en territorio alemán. Después de mucho trabajo y mucha perseverancia, se dedicó muchísimo a los estudios, mudándose posteriormente para la capital del país. En el Instituto de Física de Alemania, concluye los estudios en física. Enseguida viaja para Austria, donde se especializa en la Universidad de Viena. Todavía en la capital austríaca, aprovecha el tiempo libre para estudiar medicina, estudios que le rindieron inmenso provecho, pues sabía, aunque inconscientemente, que en el futuro le serian necesarios, ya que más tarde su país enfrentará grandes conflictos militares. Más allá de ello, podría beneficiar a mucha gente con sus conocimientos de salud y enfermedad. 
Después de un largo tiempo en Viena, se enamora de la joven judía Herta Misloy, nacida en Salzburgo, Austria. Una vez casados, fueron vivir a Berlín, Alemania, donde pasó a dedicarse a la medicina, y a dar clases de física en comunidades judías, principamente las más pobres, atendiendo gratuitamente como médico. En 1935 tuvo su primer hijo, al que llamó Rudolph, y otro en 1936, con el nombre de Kleine. Después de la normalización de la salud de su mujer, afectada tras el segundo parto, Joseph Gléber desarrolló un largo contacto con el físico italiano Enrico Fermi (1901-1954), lo que le ayudó a profundizar en la investigación atómica. 
Posteriormente, gracias a los estudios que realizó en Viena, publicó sus investigaciones en varias revistas especializadas, bajo la orientación de Albert Einstein (1879- 1955) y otros grandes científicos de la época. Joseph Gléber fue invitado a ingresar en el departamento de física del gobierno alemán. Sus conocimientos se ganaron la admiración de diversos colegas y estudiosos del bando nazi. Tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial, en 1939, fueron confinados en campos de estudio y laboratorios dedicados a desarrollar nuevas tecnologías para la mejora de los combustibles utilizados por los alemanes. El Dr. J. Gléber no sabía que esos combustibles alimentarían a las destructivas bombas voladoras, desarrolladas por otro físico, causando el derrame de gran cantidad de sangre en Inglaterra y causando sufrimiento a una multitud de inocentes. 
Los nazis eran muy desconfiados, así que subdividían sus trabajos en equipos dependientes, para evitar espionaje, cosa natural en tiempos de guerra. Por ese motivo, las investigaciones eran realizadas en etapas, de modo que solamente algunos comandantes de la inteligencia de Hitler pudieron tener acceso a las diferentes partes y montar el rompecabezas, conforme relata Joseph Gléber. 
Después de la ofensiva en Inglaterra, los científicos fueron trasladados, por razones de seguridad, pues algunos de ellos estaban aislados, sin mucho contacto con el comando supremo nazi. Fueron todos orientados a desarrollar estudios y experimentos para la creación de la bomba atómica, pues en esta época ya se sabía mucho sobre el asunto. El gobierno de Hitler designó a personas de su confianza –algunos científicos como Joseph Gléber, entre otros- para realizar las pruebas necesarias, con el objetivo de derrotar definitivamente a sus enemigos. 
Joseph Gléber relata que se dio cuenta a tiempo de lo que sucedía, y de las consecuencias del desarrollo de ese proyecto. Decidió entonces que no terminaría la parte que le correspondería, atrasando al máximo su conclusión. Aunque los demás científicos ya había terminado lo que les tocaba, no sirvió de nada, pues necesitarían su parte, y él nunca la terminaba. 
“Así que el día 13 de abril de 1942, me llevaron con mi mujer y mis dos hijos para dentro de un horno crematorio, y fuimos todos quemados vivos. Hasta ahora me alegro mucho de haber tomado esa decisión. He podido constatar que fue gracias a esa decisión que el poder del III Reich no logró sus objetivos en muchas de sus iniciativas. Con seguridad los inmortales que dirigen nuestro mundo confiaron en mí, y en mi virtud y confianza en cuanto a los valores eternos. Estoy seguro de que aquello que hice fue indicado por nuestros amigos de las alturas, y por eso me invitaron a promover el estudio y el trabajo para ayudar en las tareas que ayudo.” Joseph Gléber.



domingo, 10 de noviembre de 2013

LA PSICOGRAFÍA Y SUS MECANISMOS


La manifestación escrita por intermedio de un Espíritu


Wellington Bossi, revista Visión Espírita nº 6


¿Es posible la acción de un Espíritu sobre la materia? ¿Es posible por intermedio de una persona? Si fuera posible, ¿cuáles serían los mecanismos para tales manifestaciones? 
“Separada la opinión materialista, como condenada a la vez por la razón y por los hechos, todo se reduce a saber si el alma después de la muerte puede manifestarse a los vivos. La cuestión, reducida de este modo a la más simple expresión, se encuentra singularmente despejada. Se podría preguntar, desde luego, por qué seres inteligentes que en cierto modo viven en nuestro Centro, aunque invisibles por su naturaleza, no podrían atestiguar su presencia de una manera cualquiera. La simple razón dice que para esto no hay nada absolutamente imposible y esto es ya alguna cosa. Esta creencia tiene, por otra parte, el asentimiento de todos los pueblos, porque se la encuentra por todas partes y en todas las épocas; luego una intuición no podría ser tan general, ni sobrevivir a los tiempos sin apoyarse en alguna cosa” (El Libro de los Mediums, capítulo I, item 52). 
El mentor espiritual de Francisco Cândido Xavier, Emmanuel, afirmó en el programa de televisión brasileño llamado “Pinga-Fogo”, que la primera psicografía de que se tienen noticias son las tablas de piedra con los Diez Mandamientos, recibidas por Moisés en el Monte Sinaí, aproximadamente en el año 1250 a.C. 
En El Libro de los Espíritus, Allan Kardec trata de la psicografía, definiéndola como una escritura directa o indirecta de una inteligencia extracorpórea que llamamos Espíritus.
Las primeras psicografías que formaron la codificación de Kardec, tuvieron lugar por medio de mesas que se elevaban y daban, con una de sus patas, un número determinado de golpes, respondiendo de este modo con los monosílabos sí o no, según lo convenido, a una pregunta planteada. Hasta allí nada de convincente había, por cierto, para los escépticos, por cuanto se podía creer en un efecto del azar. Después se obtuvieron respuestas más elaboradas, sirviéndose de las letras del alfabeto: el objeto móvil daba una cantidad de golpes que correspondían al número de orden de cada letra y se llegaban así a formar las palabras. La exactitud de las respuestas y su correlación con las preguntas suscitaron el asombro. 
El misterioso ser que de esta manera respondía cuando interrogado acerca de su naturaleza, declaró que era un Espíritu o genio, se atribuyó un nombre y proporcionó diversas informaciones a su respecto. Es esta una circunstancia muy importante, que hay que subrayar. 
Nadie imaginó a los Espíritus como un medio para explicar el fenómeno hasta entonces. Hubo de ser el fenómeno mismo el que revelara esa palabra. 
Uno de esos seres invisibles dio el consejo de adaptar un lápiz a una cesta u otro objeto. Colocada esa cesta sobre una hoja de papel, se puso en movimiento por el mismo poder oculto que movía las mesas. Pero, en vez de un simple movimiento regular, el lápiz trazó por sí propio caracteres que formaron palabras, frases y discursos enteros, de varias páginas de extensión,tratando las más elevadas cuestiones de la filosofía, moral, metafísica, psicología, etcétera, y ello con tanta rapidez como si se escribiera 
con la mano. 
Este consejo se dio de forma simultánea en América, en Francia y en diversos lugares. He aquí los términos en que lo recibió en París, el 10 de junio de 1853, uno de los adeptos más fervientes de la Doctrina, que de varios años atrás –desde 1849- venía ocupándose de la evocación de los Espíritus: “Ve a la habitación de al lado y toma la canastilla. Sujétale un lápiz y colócala sobre el papel. Apoya tus dedos en el borde”. Hecho esto, unos instantes más tarde la cesta se puso en movimiento y el lápiz escribió muy legiblemente esta frase: “Esto que os digo, os prohíbo expresamente que lo digáis a nadie. La próxima vez que escriba lo haré mejor”. 
La ciencia espírita ha progresado como todas las demás, y con más rapidez si cabe. Hace algunos años empezó con medios primitivos e incompletos, pero estamos ya en disposición de poder comunicarnos con los Espíritus con tanta facilidad como los hombres lo hacen entre sí, y por los mismos medios, la escritura y la palabra. De todos los medios de comunicación, la escritura manual es el más sencillo, el más cómodo y el más completo. La facultad de escribir a través de un médium es también la más susceptible de desarrollarse con el ejercicio. 
La espiritualidad superior afirma que para desarrollar la mediumnidad es fundamental disponer de disciplina, humildad, de alto conocimiento para discernir cuando la comunicación es propia del médium o del Espíritu, y la práctica de la caridad. Además, es necesario trabajar en una casa espírita para que el médium pueda participar en grupos de estudio y, sobretodo, vivir de acuerdo con los preceptos cristianos. 
Para concluir, podemos añadir que los médiums que psicografían corren siempre el peligro de dejarse llevar por la vanidad, por eso recomiendan que el médium la desarrolle cuando tenga las demás facultades mediúmnicas adelantadas. Lo más importante, con todo, no es desarrollar la mediumnidad, sino la reforma moral.