viernes, 22 de noviembre de 2013

Estudiando el Libro de los Espíritus


El Fluido Universal 


Por Wellington Bossi, revista Visión Espírita nº 7 



El capítulo VI del Libro de los Espíritus recoge preguntas y respuestas sobre los seres orgánicos, los seres inorgánicos, la vida y la muerte, la inteligencia y el instinto. Kardec define los seres orgánicos como aquellos que poseen en sí una fuente de actividad íntima que les da la vida. Nacen, crecen, se reproducen por sí mismos, y después mueren. Incluyen a los hombres, animales y vegetales. 



Los inorgánicos son todos aquellos que no tienen vitalidad ni movimientos propios y sólo están formados por agregación de la materia, como los minerales, el agua, el aire, etcétera. 
Tanto los seres orgánicos como los inorgánicos gozan de las mismas fuerzas que une la materia, es decir, la ley de atracción es la misma para todos. Siendo la materia oriunda del mismo principio distinguiéndose en los cuerpos orgánicos que están animalizados.

El principio vital es una derivación del fluido universal, lo que llamamos el fluido eléctrico animalizado. “El conjunto de los órganos integra una especie de mecanismo que recibe su impulso de la actividad íntima o principio vital que existe en aquéllos. El principio vital es la fuerza motriz de los cuerpos orgánicos. Al mismo tiempo que el agente vital comunica el impulso a los órganos, la acción de estos últimos mantiene y desarrolla la actividad del agente vital, más o menos de la manera que el frotamiento origina calor.” 
La muerte en los seres orgánicos es consecuencia del agotamiento de los órganos, pudiendo compararse con el cese de los movimientos de una máquina descompuesta, pues si la máquina ha sido mal construida, sus resortes se rompen, y si el cuerpo está enfermo, la vida se extingue. Con la muerte del cuerpo, la materia de los seres orgánicos se descompone y forma nuevos cuerpos, mientras el principio vital retorna a la masa.

La inteligencia es una facultad propia de algunos seres orgánicos, siendo independiente de la materia, puesto que un cuerpo puede vivir sin la inteligencia. Kardec los divide en tres: primero los seres inanimados, formados sólo de materia, sin vitalidad ni inteligencia, éstos son cuerpos inertes; segundo los seres animados no pensantes, formados de materia y dotado de vitalidad, pero desprovistos de inteligencia; y tercero los seres animados y pensantes, formados de materia, dotados de vitalidad y que poseen además el principio de inteligencia que les otorga la facultad de pensar. 

El instinto es una inteligencia rudimentaria que difiere de la inteligencia propiamente dicha, en que sus manifestaciones son casi siempre espontáneas, y las de la inteligencia constituyen el resultado de una combinación de un acto evolutivo o deliberado. Las manifestaciones del instinto varían según las especies y sus necesidades. En los seres que poseen conciencia y percepción de las influencias exteriores, el instinto se alía a la inteligencia, vale expresar la voluntad y la libertad, define Allan Kardec.



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