sábado, 16 de noviembre de 2013

Biografía de los mentores


Joseph Gléber


Wellington Bossi, revista Visión Espírita nº 6






En esta primera entrega de la nueva sección de Visión Espírita, Bossi nos narra con gran acierto los rasgos más significativos del mentor, científico, médico y mártir asesinado por el régimen de Hitler, en la Segunda Guerra Mundial. 






Joseph Gléber nació en la ciudad de Offenbach, Alemania, el 15 de agosto de 1904. Hijo de judíos, encontró dificultades para concluir los primeros años de estudios, debido a los enormes prejuicios y a la falta de respeto con el que era tratado, a pesar de haber nacido en territorio alemán. Después de mucho trabajo y mucha perseverancia, se dedicó muchísimo a los estudios, mudándose posteriormente para la capital del país. En el Instituto de Física de Alemania, concluye los estudios en física. Enseguida viaja para Austria, donde se especializa en la Universidad de Viena. Todavía en la capital austríaca, aprovecha el tiempo libre para estudiar medicina, estudios que le rindieron inmenso provecho, pues sabía, aunque inconscientemente, que en el futuro le serian necesarios, ya que más tarde su país enfrentará grandes conflictos militares. Más allá de ello, podría beneficiar a mucha gente con sus conocimientos de salud y enfermedad. 
Después de un largo tiempo en Viena, se enamora de la joven judía Herta Misloy, nacida en Salzburgo, Austria. Una vez casados, fueron vivir a Berlín, Alemania, donde pasó a dedicarse a la medicina, y a dar clases de física en comunidades judías, principamente las más pobres, atendiendo gratuitamente como médico. En 1935 tuvo su primer hijo, al que llamó Rudolph, y otro en 1936, con el nombre de Kleine. Después de la normalización de la salud de su mujer, afectada tras el segundo parto, Joseph Gléber desarrolló un largo contacto con el físico italiano Enrico Fermi (1901-1954), lo que le ayudó a profundizar en la investigación atómica. 
Posteriormente, gracias a los estudios que realizó en Viena, publicó sus investigaciones en varias revistas especializadas, bajo la orientación de Albert Einstein (1879- 1955) y otros grandes científicos de la época. Joseph Gléber fue invitado a ingresar en el departamento de física del gobierno alemán. Sus conocimientos se ganaron la admiración de diversos colegas y estudiosos del bando nazi. Tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial, en 1939, fueron confinados en campos de estudio y laboratorios dedicados a desarrollar nuevas tecnologías para la mejora de los combustibles utilizados por los alemanes. El Dr. J. Gléber no sabía que esos combustibles alimentarían a las destructivas bombas voladoras, desarrolladas por otro físico, causando el derrame de gran cantidad de sangre en Inglaterra y causando sufrimiento a una multitud de inocentes. 
Los nazis eran muy desconfiados, así que subdividían sus trabajos en equipos dependientes, para evitar espionaje, cosa natural en tiempos de guerra. Por ese motivo, las investigaciones eran realizadas en etapas, de modo que solamente algunos comandantes de la inteligencia de Hitler pudieron tener acceso a las diferentes partes y montar el rompecabezas, conforme relata Joseph Gléber. 
Después de la ofensiva en Inglaterra, los científicos fueron trasladados, por razones de seguridad, pues algunos de ellos estaban aislados, sin mucho contacto con el comando supremo nazi. Fueron todos orientados a desarrollar estudios y experimentos para la creación de la bomba atómica, pues en esta época ya se sabía mucho sobre el asunto. El gobierno de Hitler designó a personas de su confianza –algunos científicos como Joseph Gléber, entre otros- para realizar las pruebas necesarias, con el objetivo de derrotar definitivamente a sus enemigos. 
Joseph Gléber relata que se dio cuenta a tiempo de lo que sucedía, y de las consecuencias del desarrollo de ese proyecto. Decidió entonces que no terminaría la parte que le correspondería, atrasando al máximo su conclusión. Aunque los demás científicos ya había terminado lo que les tocaba, no sirvió de nada, pues necesitarían su parte, y él nunca la terminaba. 
“Así que el día 13 de abril de 1942, me llevaron con mi mujer y mis dos hijos para dentro de un horno crematorio, y fuimos todos quemados vivos. Hasta ahora me alegro mucho de haber tomado esa decisión. He podido constatar que fue gracias a esa decisión que el poder del III Reich no logró sus objetivos en muchas de sus iniciativas. Con seguridad los inmortales que dirigen nuestro mundo confiaron en mí, y en mi virtud y confianza en cuanto a los valores eternos. Estoy seguro de que aquello que hice fue indicado por nuestros amigos de las alturas, y por eso me invitaron a promover el estudio y el trabajo para ayudar en las tareas que ayudo.” Joseph Gléber.



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