martes, 17 de diciembre de 2013

MECANISMOS DE LA MEDIUMNIDAD 


Manifestaciones Visuales


Wellington Bossi, revista Visión Espírita nº 8



¿Hay personas que ven 
espíritus o los espíritus 
se hacen visibles?


Siempre vemos a personas que afirman ser videntes y aseguran ver el futuro. Según nos enseña Allan Kardec, podemos comprender que videncia es la facultad de ver Espíritus, en 
cambio, “ver el futuro” sería una premonición, una facultad difícil de comprobar su veracidad hasta que ocurre el fenómeno a posteriori. Ningún médium serio cobra por ninguna ayuda de carácter mediúmnico; Además, no se dedica a hacer premoniciones, teniendo en cuenta las difíciles interpretaciones de los fenómenos. El médium serio, responsable, se dedica a la 
caridad, al amor al prójimo, a su reforma moral y a la divulgación del Evangelio del Cristo. Para ayudarnos a comprender todas esas posibilidades Kardec, en sus obras El Libro de los Espíritus, El Libro de los Médiums y La Génesis, nos ejemplifica todas las clases de fenómenos mediúmnicos. Según estas obras, la doble vista o videncia es la facultad mediúmnica de ver Espíritus, que en la mayoría de los casos se desarrolla espontáneamente, y en la que muchas veces la voluntad desempeña un papel fundamental. 
Durante el sueño no todos podemos ver Espíritus, ni todos podemos verlos en vigilia. En el 
sueño el alma ve sin intermediario; en la vigilia está siempre más o menos sujeta a la influencia de los órganos; por eso las condiciones no son siempre las mismas. La facultad se puede desarrollar con ejercicio, pero como con el resto de las facultades, más vale la pena esperar por el desarrollo natural que forzarlo, por la posibilidad de caer en una sobreexcitación de la imaginación. 

En la historia de la humanidad, siempre encontramos apariciones de ángeles o visiones, hasta entonces, tenidas como sobrenaturales. Los Espíritus si pueden hacerse visibles durante el sueño, por el desprendimiento parcial de la materia, sin mayores complicaciones. El cuerpo físico descansa, el Espíritu se desprende de los lazos materiales; es más libre y puede más fácilmente ver a los otros Espíritus con los cuales entra en comunicación. El sueño no es más que el recuerdo de este estado; cuando uno no se acuerda de nada, se dice que no ha soñado, pero el alma no ha dejado de ver y de gozar de su libertad parcial. Las personas que viven esos fenómenos, en general describen las apariciones como algo de vaporoso; en ciertos casos se podría compararla a la imagen reflejada en un espejo sin bordes, y que a pesar de su limpieza no impide ver a través suyo los objetos que están detrás. Los ven ir y venir, entrar y salir de una habitación, circular entre grupos de “vivos”, tomando parte activa en todo lo que se hace alrededor de ellos, interesarse y escuchar lo que se dice. Frecuentemente se les ve acercarse a una persona, sugerirle ideas, influirla, consolarla si son buenos, ridiculizarla si son malignos, mostrarse tristes o contentos de los resultados que obtienen; sucede, en una palabra, lo mismo que en el mundo corporal. Tal es el mundo oculto que nos rodea, en medio del cual vivimos sin que lo percibamos, así como vivimos sin tampoco percibirlo en medio de las miríadas del mundo microscópico. El Espiritismo, ayudado por los médiums, nos ha revelado el mundo de los Espíritus. Con ellos hemos podido estudiar el mundo invisible, iniciarnos en sus costumbres, como un pueblo de ciegos podría estudiar el mundo visible, ayudado de algunos hombres que gozasen de la vista. El Espíritu que quiere o puede aparecer, reviste algunas veces una forma más clara todavía, teniendo la apariencia de un cuerpo sólido, hasta el punto de producir una ilusión completa y hacer creer que se tiene delante de sí un ser corporal, que se puede tocar, palpar, sentir la misma resistencia, el mismo calor que de parte de un cuerpo vivo, lo que no impide el pueda desvanecerse con la rapidez del rayo. Entonces ya no es por los ojos como se hace constatar su presencia, sino por el tacto. Si se podía atribuir a la ilusión o a una especie de fascinación a la aparición simplemente visual, la duda no puede tener lugar cuando se puede coger, palpar y más aún cuando ella misma os coge y os estrecha. Por lo demás, como lo hemos dicho, por extraordinarios que sean semejantes fenómenos, todo lo maravilloso desaparece cuando se conoce la manera como se producen, y se comprende que, lejos de ser una derogación de las leyes de la naturaleza, no son otra cosa que una nueva aplicación de las mismas. 



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