viernes, 20 de diciembre de 2013

Conferencia de Divaldo Franco

Mediumnidad y obsesión



por Wellington Bossi y Susana Clavero


El ser humano posee inteligencia, y de ella se deriva la inteligencia emocional o espiritual. La energía de la materia se repite, es siempre igual; en cambio la energía de la inteligencia espiritual es única.

Un neuropsicólogo a través de una Tomografía miró el cerebro de personas con problemas mentales y descubrió que una zona del cerebro, por la parte superior, se iluminaba. Junto a otro médico que estudiaba el sistema nervioso comprobaron, por casualidad, que al decir las palabras “Oh me God!”, más se iluminaba aquel punto de luz.

En el libro Misioneros de la luz, en el capítulo 2, habla que la glándula pineal posee dos funciones: regula la melatonina, hormona que caracteriza el color de la piel y en la adolescencia segrega una hormona en el momento de la transición del cuerpo del hombre o mujer. En dicha glándula, la que se creía que con el tiempo va perdiendo sus funciones, se crean unos cristales de apatita; pero esos cristales tienen una función, actúan como antenas mediúmnicas. Por lo tanto la mediumnidad es una facultad orgánica con diferentes grados en cada persona, como la memoria o la inteligencia y no es sobrenatural.

El organismo es quien hace cualquier comunicación. Esa peculiaridad del ser humano es amoral y la moralidad es una diferenciación ética de la persona.
Todos somos médiums, pero los médiums normales sólo lo son por intuición o por los sueños.

El ectoplasma, es la parte superior de la célula humana, al diluirse y repartirse por el cuerpo humano demuestra la inmortalidad del alma. Es una materia radiante, que utilizan los médiums de efectos físicos o para la materialización.
En la historia de la humanidad siempre ha habido médiums, y los libros sagrados de cada religión son recibidos y concebidos por médiums. Todos los santos fueron médiums.
Siempre ha habido personas con la inspiración de sus guías, como Sócrates o el mismo Jesucristo que conseguía entrar en el individuo y sabía exactamente lo que le pasaba.
Moises no prohibió comunicarse con espíritus, sólo dijo que no es recomendable; prohibió la evocación. Evocar es llamar y comunicar es intercambiar, hay diferencia entre ellas.
La mediumnidad es santa, es seria y no es un medio para distraerse.
A Jesús en el monte se le presentaron dos seres y hablaron con él; uno de ellos era Moises. No pudo negar el poder realizar dichas comunicaciones, pues él mismo lo estaba haciendo en ese momento.
Jesucristo bajó a la llanura y encontró a un hombre que le pidió que ayudara a su hijo pues se encontraba muy enfermo, lo que actualmente consideramos ataque epiléctico y él dijo “Espíritu inmundo sal del cuerpo de ese hombre”; Jesucristo era médium.

Cuando estamos predispuestos a un cambio, el cuerpo se predispone a ese cambio. Es necesario que el individuo tenga fe y crea en su cura, para poder realizar una autocura.
Hay que ser fiel a la Doctrina, y el modelo a seguir es Jesucristo que tiene un grado de espiritualidad muy superior y con mayor ética; esa ética es el amor. Amarnos los unos a los otros, amar a Dios, amar al prójimo, amarnos a nosotros mismos y autoperdonarnos. No sentirnos en un valle de lágrimas, sino amar nuestro cuerpo mediante una vida saludable y digna.

Los espíritus nos pueden dominar, por eso es importante que nuestro grado de espiritualidad sea elevado; pero no es un sacrificio la mediumnidad, es una divinidad.
Dios dijo “Yo derramaré mi espíritu sobre toda la carne, ahí hablaba de la mediumnidad”.
El médium no debe cobrar ni coger regalos, debe ser feliz y agradecido con el trabajo de ayudar. No estamos en la tierra para sufrir, sólo lo hacemos porque somos deudores, sufrimos por el proceso de aprendizaje.

La comunicación se realiza imantándose los periespíritus, el espíritu no entra en el médium como el agua dentro de una taza. El guía permanece en la distancia y vigilante. Nuestro guía necesita bajar su vibración para poder comunicarse con nosotros.
Alan Kardec tenía una preocupación con los médiums, porque no siempre transmiten exactamente lo que quieren decir los espíritus; inconscientemente podrían estar realizando Animismo. Hay que razonar y estudiar lo que dicen, ya que es posible notar cambios en la forma en que se expresan según la superioridad del espíritu. Es normal que tengamos dudas, es por eso que se trata de una Fe razonada; pero hay que procurar que la duda no nos haga perder la Fe.
Los pequeños problemas que nos surjan debemos resolverlos nosotros, y no pretender que los espíritus nos quieran ayudar o aconsejar.

Cuando una obsesión es muy larga pasa al cuerpo físico, después a la facultad mental. No hay dolencias, hay dolientes y la transformación moral es igual a salud. El verdadero espírita tiene como objetivo emplear cada día para ser mejor, y cada día es una pequeña conquista para su elevación. El médium tiene que intentar llegar a ser un médium apto, no bueno o fuerte.
Mientras el dialogador habla con el espíritu obsesor, el guía aprovecha para intentar desligar o separar lo que hace de esa unión entre ellos.

Cuando Divaldo tenía 7 años, vio un espíritu de rostro tenebroso que le decía que le quería matar. Al pedir ayuda al cura, este le contestó que el demonio quería llevárselo. Le dijo que debía ponerse de rodillas y rezar; al estar en aquel estado de meditación, más facilmente se comunicaba el espíritu.
En 1944 falleció su hermano. Al termino del velatorio, al levantarse para irse a casa, cayó al suelo y no podía andar; estuvo paralítico durante 6 meses.
Una médium vino a su casa, y pidiéndole que orara le hizo un pase; Divaldo vio como ella se iluminaba y los guías se llevaban a su hermano. Cuando ella le pidió que se levantara, él obedeció notando como la sangre le recorría por todo el cuerpo y pudo caminar de nuevo. Estaba Obsesado por su hermano que le afectaba en la médula espinal.

En Francia hace 400 años, en la época de Richelieu, él hizo mal a un hombre y lo tuvo como obsesor durante 40 años. Muchas veces le causaba problemas y le decía: “Has visto que he hecho, puedo hacerte algo peor y matarte”. El espíritu le llamaba monstruo y él le llamaba Máscara de hierro, porque en su rostro no se le veía emoción. También le decía: “Tú tienes paciencia, pero eres malo”.

Un día en la Institución que él dirige encontraron a una niña abandonada en la basura y estaba cubierta de hormigas; Divaldo, sintiendo ternura por la niña la abrazó. Apareció Máscara preguntándole si amará a la niña y él le contestó que sí. El espíritu rompió a llorar diciendole que la niña era el espíritu de su madre y que la cuidara; a partir de entonces ya no le molestó más y ahora son amigos.
A la niña no le gustaba Divaldo y siempre se mostraba retricente, a pesar de que él siempre le dio cariño y todas las atenciones necesarias.
Cuando ella tenía 15 años seguía asustándose de él y le trataba como si tan sólo fuera su Tío y Divaldo quiso hablar con la joven, le preguntó si él hacía algo para que ella se sintiera mal. La joven le contestó que se sentía como si él le fuera a reprochar algo. Divaldo decidió contarle la historia de lo que pasó, que él había sido el que hizo reo a su hijo, y a partir de entonces se tratan como padre e hija.

Es mejor no ser enemigo de nadie, la obsesión es un obstáculo para nuestra mediumnidad. Tenemos que estar tranquilos, receptivos, armónicos. A medida que vamos evolucionando, vamos cambiando de espíritus con los que vamos sintonizando. Los espíritus confirmaron la continuidad de la vida y que la muerte no nos hace sabios.



Toda tristeza no es depresión. Tenemos derecho a nuestro luto o melancolía, pero más de 4 semanas ya es patológico. La depresión profunda es endógena. También hay que intentar no ser fanáticos, eso sería una obsesión simple.
Si una idea negativa es persistente, hay que intentar combatirla con una positiva. Debemos persistir en ella y cortar el posible canal de una obsesión. Cuando se está en un conflicto, hay que intentar estar en paz, porque el mal hace mal al que lo practica.
Las dificultades son posibilidad de elevación.
Busquemos la oración como si habláramos con Dios o con Jesucristo. Pongamos nuestros sentimientos en el amor.
La mediumnidad nos hace estar siempre en vigilancia.
Cada uno tenemos una misión, y no debemos desear una misión pomposa o importante.


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