FELICIDAD
Comúnmente, la felicidad es considerada a partir de valores de orden material. Es bien comprensible que así sea en el mundo en que nosotros vivimos. Al final, vivimos en un mundo cuyas referencias son todas ellas, o casi todas ellas, a partir de cosas del mundo físico. Sin embargo, en todos los tiempos se ha hablado que nosotros somos seres espirituales, aunque las religiones hayan dicho, desde siempre, que nosotros somos hijos de Dios y somos seres espirituales, esas informaciones, esas referencias, casi siempre, dejan mucho que desear. Ellas no eran bien exactas, no eran bien completas.
La Humanidad pasó a tener, respeto de las cosas espirituales, una reflexión un tanto inadecuada, porque pasamos a asociar al Espíritu a fantasmas, a las almas del otro mundo, a esos seres que son forjados en la mente colectiva, en la mente humana y, por causa de eso, son fantasmas que las mentes acostumbran a crear. Siempre que se habla del alma, del Espíritu, se imaginan seres vestidos con sabanas blancas, o arrastrando cadenas o aullando por las noches, o cosas de ese género. Pocas veces se pensó en la realidad nuestra como Espíritus, en términos intelectuales, en términos mentales, en términos morales. De ese modo, las referencias de la felicidad están vinculadas a esas cuestiones del mundo físico.
Se acostumbra a pensar que felicidad está vinculada a posesiones que se tienen. Mucha gente imagina que solo será feliz cuando tenga el coche, cuando tenga la casa, cuando tenga dinero en el banco, cuando pueda viajar, cuando compra ropas de diseño, cuando, cuando, cuando… Vamos siempre jugando con la felicidad para niveles más distantes. Jamás disfrutamos la felicidad ahora, ya, en el momento en que estamos viviendo. Hay siempre un ritual intelectual que nos hace lanzar esa felicidad o encuentro con esa felicidad, para los días del futuro. Nuestros discursos, los discursos de todos o de casi todos, están siempre vinculados a: Cuando yo tenga, cuando yo compre, cuando yo sea… Entonces, la riqueza es una de las referencias para la felicidad.
El día en que el individuo gana en la lotería, el día que consiga una herencia, el día en que sea rico, él será feliz. Hasta conseguir ganar en la lotería, que difícilmente sucederá; hasta el día en que le surja una herencia, que es una cosa casi inabordable; hasta el día en que sea rico a través de su trabajo común, lo que también es, francamente, muy difícil, el no consigue ser feliz. El individuo no consigue ser feliz en el momento en que esta, con las personas con quien esta, en la realidad en que vive. Esta siempre procrastinando, empujando para tras, retardando la felicidad. Es muy interesante, porque Vicente de Carvalho, un poeta nuestro, brasileño, santista, escribió, un día, que la felicidad es como una manzana, que nunca la ponemos donde nosotros estamos, y nunca estamos donde nosotros la ponemos. El hizo un juego de palabras francamente verdadero, porque nunca ponemos la felicidad donde estamos. La felicidad esta siempre más allá, en un lugar, en una situación, en una condición social, en una condición de vida que no es aquella que estamos disfrutando ahora. Y donde ponemos la felicidad, nosotros nunca estamos allá, porque la proyectamos solamente cuando determinadas cosas pasan.
Es muy común que el joven diga que él será feliz cuando haga dieciocho años, y con dieciocho años, el tendrá la llave de la casa, el podrá conducir coches, el podrá hacer muchas cosas. Hasta llegar a los dieciocho años no será feliz a los trece, a los catorce, a los quince, ect. Pero, después que el haga los dieciocho años, la felicidad será cuando consiga una chica o cuando se case. Y él va empujando eso. Cuando se casa y no consigue la felicidad con el casamiento, imagina cuando tenga hijos. De ese modo, vamos empujando para atrás la felicidad que es como una manzana, como un fruto, nosotros nunca la ponemos donde estamos, y jamás estamos donde nosotros la ponemos. Es por causa de esto que debemos comenzar a reflexionar y a pensar que somos seres espirituales y que la felicidad no puede ser una cosa proyectada para lejos, ella debe estar bien junto a nosotros.
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Como el Cristo dice que el reino de los cielos no tiene apariencias exteriores, está dentro de cada uno de nosotros, es verdad que muchas veces nosotros, aunque pasemos aprietos materiales, cargamos una cierta satisfacción interna, no por pasar dificultades, eso sería masoquismo, pero por la madurez con que pasamos esas dificultades. De ahí encontramos personas pobres contentas y hayamos personas ricas desgraciadas. Es por eso que, al pensar en la felicidad como una dimensión psicológica, una dimensión psíquica, una dimensión espiritual, verificamos que muchas personas que viven dificultades materiales consiguen extraer de esa dificultad, alegrías íntimas, alegrías para su vida, capaces de causar envidia a mucha gente rica. Es por eso que mucha gente rica, no obstante, tenga mucho dinero, tenga posición social, tenga todas las felicidades, vive infeliz. Entre los ricos, cuantas veces hayamos suicidios incomprensibles al principio, porque las personas dicen: ¡Pero tenia de todo, tenía poder, tenía riqueza, tenía belleza! Más no tenia harmonía intima. Muchas veces no tenia objetivo de vida. Entonces, la salida para esos individuos fue la tentativa de autodestruirse. Encontramos, muchas veces, entre los ricos, homicidios. ¿Pero, como? Personas, las cuales, no les faltaba nada, por lo menos en la suposición del vulgo. Les faltaba casi siempre lo esencial, la harmonía interior. La felicidad nace de esa harmonía. Cuantas veces hayamos en medio de la gente rica la prostitución, de todos los sentidos. La prostitución de costumbres, la prostitución sexual. Encontramos la drogadicción, entre la gente que puede pagar caro las dosis de cocaína, de heroína y de todo lo que infelicita la vida.

Raúl Teixeira.
Transcrição do Programa Vida e Valores, de número 142, apresentado por Raul Teixeira, sob coordenação da Federação Espírita do Paraná. Programa gravado em abril de 2008. Exibido pela NET, Canal 20, Curitiba, no dia 1º de março de 2009. Em 25.06.2009.
Traducido por Jacob.
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