1.Volvió, pues, a
entrar Pilato en el pretorio y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el rey de los
judíos? - Respondió Jesús: "Mi reino no es de este mundo". Si de este
mundo fuese mi reino, mis ministros sin duda pelearían, para que no fuera yo entregado
a los judíos; mas ahora mi reino no es de aquí. - Entonces Pilato le dijo: ¿Luego
Rey eres tú? - Respondíó Jesús: Tú dices que yo soy Rey. Yo para esto nací, y
para esto vine al mundo, para dar testimonio a la verdad; todo aquel que es de
la verdad, escucha mi voz. (San Juan, cap. XVIII, versículos 33, 36 y 37).
La vida futura
2. Con estas
palabras Jesús designa claramente la vida futura, que presenta en todas
las circunstancias como el término a donde iba a parar la humanidad, el cual
debe ser objeto de las principales ocupaciones del hombre en la tierra; todas
sus máximas se refieren a te gran principio. En efecto, sin la vida futura, la
mayor parte de sus preceptos de moral no tendrían ninguna razón de ser; por
esto aquellos que no creen en la vida futura y se figuran que sólo habla de la
vida presente, no los comprenden o los encuentran pueriles. Este dogma puede
ser considerado como el eje de la enseñanza de Cristo; por esto está colocado
entre los primeros, al principio de esta obra porque debe ser el punto de mira
de todos los hombres, El solo puede justificar las anomalías de la vida
terrestre y concordar con la justicia de Dios.
3. Los judíos
tenían ideas muy inciertas de la vida futura; creían en los ángeles, a quienes
miraban como seres privilegiados de la creación, pero no sabían que los hombres
pudieran ser un día ángeles y participar de su felicidad. Según ellos, la observancia
de las leyes de Dios era recompensada con los bienes de la tierra, con la supremacía
de su nación y las victorias alcanzadas sobre sus enemigos; las calamidades públicas
y las derrotas, eran el castigo de su desobediencia. Moisés no podía decir otra
cosa a un pueblo pastor e ignorante que debía conmoverse, ante todo, por las
cosas de este mundo. Más tarde vino Jesús a revelarles que hay otro mundo en el
que la justicia de Dios sigue su curso; este es el mundo que promete a los que
observan los mandamientos de Dios, y en donde los buenos encontrarán su
recompensa; este es su reino; allí es donde está en toda su gloria, y a donde
regresará al dejar la tierra.
Sin embargo,
Jesús, acomodando su enseñanza al estado de los hombres de su época, no creyó
deber darles una luz completa que les hubiera deslumbrado sin iluminarles,
porque no la hubieran comprendido; de cierto modo se límitó a anunciar en principio
la vida futura como una ley de la naturaleza, la cual nadie puede evitar. Todo cristiano
cree, pues, en la vida futura forzosamente; pero la idea que muchos se forman de
ella es vaga, incompleta, y por lo mismo, falsa en muchos puntos; para un gran número,
ésta sólo es una creencia sin certidumbre absoluta: de aquí se siguen las
dudas, la incredulidad.
El espiritismo
ha venido a completar en este punto, como en muchos otros, la enseñanza de
Cristo, cuando los hombres han estado en disposición de comprender la verdad.
Con el Espiritismo la vida futura ya no es un simple artículo de fe, una
hipótesis; es una realidad material demostrada por los hechos, porque son
testigos oculares los que vienen a describirla en todas sus fases y con todas
sus peripecias, de tal modo que no sólo no es posible la duda, sino que la
inteligencia más vulgar puede representársela bajo su verdadero aspecto, como
nos representamos al país del que se lee una descripción detallada; así, pues,
esta descripción de la vida futura es de tal modo circunstanciada, y las
condiciones de existencia feliz o desgraciada de los que se encuentran en ella
son tan racionales, que es forzoso decir que no puede ser de otro modo, y que
esta es la verdadera justicia de Dios.
El reinado de
Jesús
4. El reinado de
Jesús no es de este mundo esto es lo que comprenden todos; pero ¿no tiene
también su reinado en la tierra? El título de Rey no implica siempre el ejercicio
del poder temporal; se da de común consentimiento a aquel a quien su genio le coloca
en el primer rango en un orden de ideas cualquiera que domina su siglo e
influye en el progreso de la humanidad. En este sentido se dice: El rey o
príncipe de los filósofos, de los artistas, de los poetas, de los escritores,
etc. Este reino, nacido del mérito personal, consagrado por la posteridad, ¿no
tiene muchas veces una preponderancia mucho mayor que el que supone la corona?
El uno es imperecedero, mientras que el otro es juguete de las vicisitudes; el
primero siempre es bendecido por las regeneraciones futuras, mientras que el
otro es algunas veces maldecido. El reinado terrestre acaba con la vida, el
reinado moral gobierna aún, y sobre todo después de la muerte. Bajo este
concepto, ¿no es Jesús mucho más poderoso que los potentados? Con razón decía,
pues, a Pilato: Soy Rey, pero mi reino no es de este mundo.
El punto de
vista
5. La idea clara
y precisa que nos formamos de la vida futura, da una fe indestructible para el
porvenir; y esta fe tiene inmensas consecuencias sobre la moralización de los
hombres, porque cambia completamente "el punto de vista desde el cual se
contempla la vida terrestre". Para el que se coloca, con el pensamiento,
en la vida espiritual, que es indefinida, la vida corporal sólo es un pasaje,
una estancia corta en un país ingrato. Las vicisitudes y las tribulaciones de
la vida sólo son incidentes que sufre con paciencia, porque sabe que son de
poca duración y deben ser seguidas de un estado más feliz; la muerte nada tiene
de horrible; ya no es la puerta de la nada, sino la de la libertad que abre al
desterrado la entrada de una morada de felicidad y de paz. Sabiendo que mora en
un paraje temporal y no definitivo, toma los pesares de la vida con más indiferencia,
y de esto le resulta una calma de espíritu que dulcifica su amargura.
Con la simple
duda sobre la vida futura, el hombre dirige todos sus pensamientos a la vida
terrestre; incierto del porvenir, todo lo dedica al presente; no entreviendo
otros bienes más preciosos que los de la tierra, es como el niño que nada ve
más allá de sus juguetes, y para procurárselos, lo hace todo; la pérdida del
menor de sus bienes es una tristeza penetrante; un desengaño, una esperanza
perdida, una ambición no satisfecha, una injusticia, cuya víctima es el orgullo
o la vanidad herida, son otros tantos tormentos que hacen de su
vida una agonía perpetua "dándose de este modo voluntariamente un verdadero
y continuado tormento". Tomando su punto de vista de la vida terrestre, en
cuyo centro está colocado, todo a su alrededor toma vastas proporciones; el mal
que le alcanza, así como el bien que incumbe a los otros, todo adquiere a sus
ojos una grande importancia.
De la misma manera que aquel que está en el
interior de una ciudad todo le parece grande, tanto los hombres que están elevados,
como los monumentos, pero que transportándose a una montaña, todo lo encuentra
pequeño, los hombres y las casas; así sucede con el que mira la vida terrestre bajo
el punto de vista de la vida futura; la humanidad, así como las estrellas del firmamento,
se pierden en la inmensidad; entonces se apercibe que grandes y pequeños están
confundidos como las hormigas sobre un terrón de tierra; que proletarios y potentados
son de una misma talla, y compadece esos efímeros que se toman tantas molestias
para conquistar una plaza que les eleva tan poco y que tan poco tiempo conservarán.
Por esto la importancia que se da a los bienes terrestres está siempre en razón
inversa de la fe en la vida futura.
6. Se dirá que
si todo el mundo pensase del mismo modo, nadie se ocuparía de las cosas de la
tierra y todo se paralizaría. No; el hombre busca instintivamente su bienestar,
y aun con la certeza de permanecer poco tiempo en el puesto, quiere estar lo mejor
posible; no hay nadie que encontrando una zarza a su paso no la quite para no pincharse.
Así, pues, los deseos de buscar el bienestar, fuerzan al hombre a mejorar todas
las cosas, impulsado por el instinto del progreso y de conservación que está en
las leyes de la naturaleza. Trabaja, pues, por necesidad, por gusto y por
deber, y en esto cumple las miras de la Providencia, que con este fin le ha
colocado en la tierrL El que considere sólo el porvenir, no da al presente sino
una importancia relativa, y se consuela con gusto de las contrariedades del
presente pensando en el destino que le espera. Dios no condena los goces
terrestres, sino el abuso de estos goces en perjuicio de las cosas del alma;
contra este abuso se precaven los que se aplican estas palabras de Jesús:
"Mi reino no es de este mundo". El que se identifica con la vida
futura, se parece a un hombre rico que pierde una pequeña cantidad sin ninguna
emoción; el que concentre sus pensamientos en la vida terrestre, es como un
hombre pobre que pierde todo lo que posee y se desespera.
7. El
Espiritismo ensancha el pensamiento y abre nuevos horizontes; en vez de esa
vista estrecha y mezquina que le concentra en la vida presente, que hace del
instante que se pasa en la tierra el único y frágil eje del porvenir eterno,
enseña que esta vida sólo es un anillo en el conjunto armonioso y grandioso de
la obra del Creador; enseña la solidaridad que reúne todas las existencias de
un mismo ser, todos los seres de un mismo mundo y los seres de todos los
mundos; da también una base y una razón de ser a la fraternidad universal,
mientras que la doctrina de la creación del alma en el momento del nacimiento
de cada cuerpo, hace que todos los seres sean extraños unos a otros. Esta solidaridad
de las partes de un mismo todo, explica lo que es inexplicable, si se considera
un solo punto. Este es el conjunto que en tiempo de Cristo no hubieran podido
comprender los hombres, y por esto reservó su conocimiento para otros tiempos.
Fuente: El Evangélio según el Espiritismo: